El fin del neoliberalismo o la socialización de las pérdidas

En tiempos de crisis, como los que actualmente vivimos, las medidas que bajo otras circunstancias no serían aceptadas son llevadas a cabo por las y los líderes de los países, en un intento por superar la adversidad.

Como respuesta al COVID-19, por ejemplo, el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, ha anunciado la posibilidad de nacionalizar empresas privadas que estén sufriendo daños o pérdidas importantes por el desplome económico.

Por otra parte, circulan noticias de que el gobierno italiano aumentará su participación en el banco Monte dei Paschi del 4 al 40 por ciento, y aquél anunció estar considerando la nacionalización de la compañía aérea Alitalia, la cual enfrenta grandes dificultades financieras desde hace años.

En Alemania, el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, ha anunciado que el gobierno está listo para intervenir en empresas, a fin de compensar el impacto del coronavirus, algo que el país germánico ya había hecho en la crisis de 2008.

Se trata de tres países donde el modelo económico hegemónico, el neoliberalismo, va en contra de la intervención estatal en la economía, y aún así, la gravedad de la situación ha desdibujado esa frontera para permitir que sea el Estado el que impida el colapso del sistema económico.

Las consecuencias de estas acciones pueden ser al menos dos. La primera, la menos deseable para todas las sociedades, es que estemos presenciando una inversión focalizada para salvar empresas demasiado grandes para colapsar y que, en el largo plazo, el rescate se traduzca, como sucedió en 2008 en algunos países, en una socialización de las pérdidas.

Un segundo posible escenario es que el mundo transite a un modelo económico distinto. Desde antes de que la pandemia azotara la salud y la economía de los países, existía ya una discusión sobre la crisis de la hegemonía neoliberal, que abría la posibilidad de construir un orden más democrático.

Las actuales intervenciones estatales alrededor del mundo coinciden con una creciente participación política de las sociedades, que exigen una mejor redistribución de recursos, para lo cual es necesario que el Estado tenga un rol más activo en la economía. Bajo esta premisa, la crisis del coronavirus podría ser la bisagra que promueva el tránsito a un modelo económico en el que el Estado reivindique su papel como creador y distribuidor de riqueza.

En México, las acciones económicas que hasta el momento han sido anunciadas dejan claro que el modelo económico que se está impulsando pone en el centro la protección de los derechos y la vida de las personas más vulnerables. Las autoridades están demostrando que la sociabilización de las pérdidas no será la estrategia para vencer al virus, un actuar que además de encaminarse a la justicia social es congruente con lo que democráticamente la población eligió en las urnas.

Una vez que esta batalla sea superada a través de la solidaridad y la unidad nacional e internacional, cada país tendrá que tomar una decisión importante: profundizar en un modelo incapaz de proteger a la sociedad en momentos de crisis o transitar hacia otro, en que el Estado pueda generar los mecanismos de prevención y atención necesarios que permitan reaccionar de manera más adecuada frente a emergencias de la magnitud de la pandemia ocasionada por el COVID-19.

 

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