Superar los pronósticos
La crisis sanitaria y económica generada por la pandemia de COVID–19 ha mostrado la velocidad con que pueden cambiar los escenarios de salud, sociales, políticos y económicos. Ayer amanecimos con la publicación de las nuevas proyecciones para la economía mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), y las perspectivas no son alentadoras para ningún país.
En términos globales, la economía caerá un 4.9 por ciento, mientras que se prevé que los países económicamente más poderosos experimenten un desplome de aproximadamente el 8 por ciento, y sólo China espera un crecimiento positivo del 1 por ciento, gracias al dinamismo de su economía. En lo que respecta a nuestro país, el FMI estima que el decrecimiento del PIB será ya no del 6.6 por ciento, como estimaba en abril pasado, sino del 10.5 por ciento.
También el día de ayer, en respuesta a los anuncios del FMI, el presidente López Obrador expuso en la conferencia de prensa matutina cuál ha sido el desenvolvimiento de nuestra economía en los últimos tres meses —de marzo al día de hoy—, en los que transitamos de la Jornada Nacional de Sana Distancia a la Nueva Normalidad.
Tomando como criterio el registro de empleos ante el Instituto Mexicano del Seguro Social se reconoció, de manera responsable, que en abril se perdieron 555,000 empleos formales. Esta cifra es mucho más alta que los 120,000 empleos que lamentablemente se espera que se pierdan durante junio, lo que puede reflejar que el país está entrando en el tan necesario proceso de recuperación.
Con independencia del tipo de políticas y la ideología que emanan del FMI, sus proyecciones deben servir no como una condena del declive económico que atraviesa el mundo, sino como parámetros que permitan tomar las decisiones oportunas para poder reactivar las economías.
Hay que tener en cuenta que, a diferencia de otras crisis económicas de gran alcance, como la de 1929 o la crisis financiera internacional de 2008, en esta ocasión, el freno de emergencia se activó de manera deliberada. Es decir, fue una decisión consciente y responsable, tomada por el gobierno de México, al igual que por el resto de los gobiernos del mundo. En el país esto ha permitido actuar con prudencia y serenidad, ante un escenario que no se desestima negativo, pero que tiene solución.
En conjunto, tanto los datos del FMI como los del Gobierno de México ofrecen un panorama más claro de nuestro futuro económico. Los últimos tres meses han sido de un continuo aprendizaje en todos los ámbitos de la vida humana y, si bien en un primer momento se experimentaron respuestas drásticas, como la pérdida de cientos de miles de empleos, los sectores productivos del país han comenzado un proceso de transición hacia nuevas formas de llevar a cabo sus actividades y, con ello, a la recuperación de empleos.
Sin duda, éste será un proceso paulatino, pero hay que ser optimistas. En el Senado de la República, la mayoría parlamentaria acompañará y monitoreará el ingreso a la nueva normalidad. Es cierto, los análisis económicos auguran tiempos difíciles, pero la unidad y la convicción de poner al país por encima de los intereses políticos serán lo que nos ayudará a superar los pronósticos.
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