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Ricardo Monreal

El trabajo todo lo vence

Dedicar la vida a los asuntos públicos ha sido para mí un verdadero privilegio, pues a lo largo de mis más de cuarenta años de carrera he comprobado que, al margen de las definiciones técnicas, la política es un potente vehículo para combatir la desigualdad, las injusticias, la corrupción, la impunidad y la pobreza.

Dedicar la vida a los asuntos públicos ha sido para mí un verdadero privilegio, pues a lo largo de mis más de cuarenta años de carrera he comprobado que, al margen de las definiciones técnicas, la política es un potente vehículo para combatir la desigualdad, las injusticias, la corrupción, la impunidad y la pobreza.

 

Actualmente presido la Junta de Coordinación Política en el Senado de la República, en donde también coordino el Grupo Parlamentario de Morena. Desde el Poder Legislativo tengo la fortuna de participar en la Cuarta Transformación de México.

 

Debo confesar que el camino para llegar a este momento no fue sencillo. Durante la mayor parte del tiempo fui integrante de una oposición que no era escuchada ni tomada en cuenta, pero desde la cual libré batallas importantes para lograr la democratización del país en compañía de entrañables personajes.

 

Estudié la licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) de donde me gradué a los veintiún años. Desde entonces entendí el valor de la educación pública para lograr la igualdad de oportunidades. Reforcé esta concepción al cursar mis estudios de especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo, maestría y doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde hoy soy catedrático en la División de Estudios de Posgrado.

 

Mi incursión en la política inició en 1985, cuando, con veinticinco años y después de haber obtenido el grado de doctor, ocupé el cargo de primer regidor en Fresnillo, Zacatecas, de donde soy originario. Ahí, junto con mis trece hermanas y hermanos, pasé una infancia llena de momentos inolvidables que me inyectaron los valores familiares y morales que hasta hoy guían mi andar político.

 

Plateros, en Fresnillo, Zacatecas, al igual que muchos otros lugares del estado, no se caracteriza por ser una zona económicamente pujante. La mayoría de quienes ahí nacimos y crecimos tenemos origen campesino. Somos gente de esfuerzo, trabajadora y, sobre todo, empática. Ahí aprendí que una oportunidad para ayudar a alguien no se puede dejar pasar.

 

Tres años después, de 1988 a 1991, fui electo como Diputado Federal para ocupar un escaño en la LIV legislatura por el Distrito 2 de Zacatecas. De 1991 a 1997 fui senador de la República, favorecido con el voto de mis paisanas y paisanos para representar sus intereses en la Cámara Alta del país.

 

En 1997 volví a ser electo por el Distrito 1 de Zacatecas, y un año después, en 1998, solicité licencia durante mi tercer periodo como legislador después de ser invitado por Andrés Manuel López Obrador a contender por la gubernatura de mi estado natal; tenía treinta y siete años.

Éste fue uno de los momentos más enriquecedores de mi vida porque, a pesar de ser de oposición, en un país donde la democracia era más mito que realidad, el apoyo de la gente, de mis amistades y, sobre todo, de mi familia me dio fuerzas y me permitió convertirme en el primer gobernador de izquierda en México. A pesar de lo que muchas personas anticipaban, logramos vencer a la aplanadora.

 

En 2004, cuando mi encargo como gobernador terminó, el país estaba a un par de años de vivir un cataclismo político mayor cuando, en 2006, un fraude electoral le arrebató la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, a quien he podido acompañar durante muchos años de lucha encaminada a lograr la transformación de la vida pública del país.

 

Pero ni la imposición ni el fraude electoral nos detuvieron, porque sabíamos que la voluntad popular nos respaldaría. Fue esta certeza la que propició que empezáramos a gestar un movimiento inclusivo y plural en el cual todas las voces y todas las causas justas tuvieran espacio. Bajo esta lógica, el 2 de octubre de 2011, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se constituyó como una organización civil capaz de hacer frente a las enraizadas estructuras partidistas, al contender por la presidencia en 2012 con la candidatura de Andrés Manuel.

 

En esa ocasión, la correlación de fuerzas que por tantos años habían protegido a las instituciones antidemocráticas impidió nuevamente que el deseo popular de hacer valer la democracia para cambiar la realidad se concretara en las urnas. El cerco informativo y un caudal de recursos económicos adquiridos y erogados de manera ilegal fueron una barrera que ni las incipientes redes sociales nos permitieron derribar.

 

En aquella elección, después de haber acompañado a Andrés durante varios años, tuve la oportunidad de ser su coordinador de campaña. Recuerdo una ocasión en que una dirigente sindical, perteneciente al magisterio, quería entrevistarse con él. Andrés no accedió, diciendo que serían los diez minutos más caros de la campaña, y asegurando que había votos que se contaban y otros que se pesaban; él siempre ha estado únicamente interesado en los primeros.

 

Ésta es una de las anécdotas que relato en uno de los libros de mi autoría: La larga travesía. Escribir siempre ha sido para mi una válvula de escape, una manera de desconectarme del estrés cotidiano y de aprender sobre los temas que considero importantes para el hacer político. Hasta el momento he publicado 25 libros, la mayoría de los cuales puedes consultar en esta página, y semanalmente colaboro en diarios de circulación nacional, como Milenio, El Universal y 24 Horas.

 

Las dos experiencias, la de 2006 y la de 2012, dejaron en claro dos verdades. La primera fue que los partidos políticos estaban desacreditados. La segunda, que si el movimiento social al que pertenecíamos quería competir en contra de aquéllos tendría que institucionalizarse. El registro de Morena como partido político en 2014 fue la antesala de las elecciones que llevarían a la izquierda al poder en 2018.

 

Una de mis tareas en aquellos comicios históricos fue coordinar la Segunda Circunscripción Electoral del país, integrada por los estados de Aguascalientes, Coahuila, Guanajuato, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas.

 

No era una zona sencilla: la mayoría de esas entidades federativas tiene un arraigo político hacia uno u otro partido político. A pesar de ello, desde el inicio de la campaña la efervescencia popular y la apertura de la gente me hicieron reconocer que la tercera sería la vencida, siempre y cuando la maquinaria no fuera utilizada para llevar a cabo otro fraude, algo que no sucedió, precisamente gracias a que la población se volcó a las urnas para votar por Morena. Un fraude más habría acabado con la democracia en México.

 

Dos meses después de la elección, en septiembre de 2018, iniciamos la actual Legislatura en el Poder Legislativo federal, desde donde con todo agrado y dedicación participo en la construcción de los cimientos transformadores de México, y así lo seguiremos haciendo.

 

No ha sido un viaje lineal, sino lleno de incidentes que hemos superado, y de curvas necesarias para vencer los obstáculos que se han presentado. Desde los inicios de mi vida política y hasta la fecha de hoy, mi familia ha sido la piedra angular que me ha permitido superar cada uno de estos retos. Mi esposa, mis hijas y mi hijo, mis nietas y nietos, mis hermanas y hermanos y la memoria de mi madre y de mi padre me recuerdan todos los días que dedicar mi vida a la política vale la pena; que el trabajo todo lo vence.

Conoce mi labor legistativa