FARO INTERNACIONAL: UNA MIRADA A LAS NOTICIAS RELEVANTES EN EL MUNDO

China en el centro de la controversia. Una oportunidad para México

¿Que si estamos en la antesala de un nuevo orden internacional? Alrededor de esa pregunta hemos visto cualquier cantidad de artículos y análisis sobre cómo avanzan, se detienen o se cruzan, en choque o en armonía, las trayectorias de los actores que protagonizan la evolución del mundo.

China se encuentra en el centro. Se situó en el centro de la pandemia, tanto por el inicio de ésta como por la ayuda internacional que ha brindado a países desarrollados y a países en desarrollo. Se ha ubicado en el centro por el manejo de la crisis sanitaria, pero también por su resiliencia económica, al crecer al 3.2 por ciento, en comparación con muchas otras naciones cuyas perspectivas son todo menos alentadoras.

La llamada “diplomacia del cubrebocas” (mask diplomacy, también conocida como Corona-diplomacy) de China ha dejado muy claro su lugar en la cooperación internacional entre países en desarrollo: cerca de 20 naciones de África han recibido equipo de protección personal del gobierno del gigante asiático, además de la contribución realizada por Jack Ma Foundation, que ha dotado, en diferentes rondas, de equipo de protección e insumos a todos los territorios del continente.

Habrá que ver cómo se implementa la otra vertiente de la cooperación de China en África: el alivio de la deuda, con base en el acuerdo del G20 de suspensión temporal de pagos de intereses, y siendo la nación asiática el mayor acreedor bilateral de los países africanos.

Pero más allá de la pandemia, las decisiones o acciones de China tienen efectos y respuesta inmediata a nivel global.

Desde que los Estados Unidos de América promovieron el acceso de China a la Organización Mundial de Comercio lo hicieron con la esperanza de que jugara con base en las reglas del comercio internacional. 20 años después, el gigante asiático es la segunda economía del mundo y esos dos países están profundamente interconectados por el comercio, la inversión y el conflicto.

Mientras que las grandes corporaciones de los Estados Unidos buscaban nuevos mercados y mano de obra barata, el gobierno chino perseguía, sobre todo con el liderazgo del presidente Xi, un proyecto histórico de supremacía económica y militar. En tanto que el mundo dormía, China se levantaba.

 

A lo largo de estos 20 años, la nación asiática ha inundado al mundo con productos baratos. Todas las economías avanzadas del mundo han resentido el “golpe chino”, la feroz competencia de sus empresas y la manera como subsidia a sus productores para competir en los mercados. Sin embargo, es en Estados Unidos donde el déficit comercial entre los dos países ha cobrado dimensiones de crisis política, que en realidad va más allá de cuestiones comerciales, para convertirse en una batalla por el liderazgo tecnológico y la seguridad del mundo.

Diariamente, el resto del mundo atestigua las interacciones China-Estados Unidos, aquí van tan solo algunas fotografías:

El presidente Donald Trump ordenó poner fin al estatus especial de Hong Kong con la Unión Americana, como consecuencia de la imposición de la ley de seguridad nacional, y anunció sanciones a funcionarios chinos que tuvieran responsabilidad en reprimir actos de disidencia política en la isla.

Beijing, por su parte, también anunció sanciones contra una empresa armamentística estadounidense y su participación en la venta de armas en Taiwán.

Mike Pompeo informó de un cambio significativo en la posición estadounidense sobre las disputas marítimas de China, al señalar como ilegales las reclamaciones de soberanía del país asiático en las aguas del mar del sur de China.

China vetó la entrada de dos senadores, un congresista y un embajador, por mal comportamiento vinculado a la región de Xinjiang, en respuesta a otras medidas que Estados Unidos anunció contra altos funcionarios chinos, por su participación en la represión contra la minoría uigur.

Las tensiones han llegado incluso al cierre de consulados: la administración Trump decidió cerrar el consulado chino en Houston, ante argumentos de que se trataba de un hub de espionaje, y mantiene en la mira al consulado de China en San Francisco, a lo que el país asiático contestó con el cierre del consulado estadounidense en Chengdu, y el anuncio de que responderá con medidas similares a toda acción norteamericana.

Asimismo, se supo que no avanzará la segunda fase del acuerdo comercial con China, después de un convenio inicial entre ambos países, el cual, aunque fue firmado en enero, sus negociaciones tardaron dos años.

Al mismo tiempo, se publicó que el déficit comercial de Estados Unidos con China en los últimos 12 meses cayó a su nivel más bajo desde 2012, como consecuencia de que aquél está comprando menos del país asiático: uno de los efectos de la guerra comercial.

Cada día vemos cómo se ajustan las narrativas y desquites entre las dos naciones, en una dinámica que analistas han caracterizado como de nueva guerra fría.

 

 

No obstante, las interacciones de China que han llegado a la prensa, incluso a las primeras planas, no se han dado sólo con los Estados Unidos. Reino Unido anunció que prohibiría el uso de equipos Huawei en su red inalámbrica de alta velocidad, y más recientemente suspendió el tratado de extradición con Hong Kong, algo que ya habían avanzado Australia y Canadá. Las presidencias de ocho comités de asuntos exteriores de parlamentos en Europa han escrito al gobierno chino en oposición a esta ley, con argumentos basados en los derechos humanos. Por su parte, India prohibió la aplicación TikTok después de un encuentro con tropas chinas en la frontera del Himalaya. Incluso con Australia, además de imponerle un arancel del 80 por ciento a su cebada, exacerba las disputas en el mar del sur de China. Todo esto ha sucedido en un periodo de menos de 10 días.

Más allá de las recientes tensiones, muchos países están reaccionando al peso y la posición que ese país ha logrado. Japón, por ejemplo, ha considerado dar subsidios a sus propias empresas ubicadas en China, para que regresen a invertir en fábricas nacionales y del sudeste asiático, y reducir así su dependencia en las manufacturas chinas.

Pero no sólo Japón. Si el mundo estaba ya viviendo una etapa de mayor proteccionismo antes de la pandemia, ésta vino a exacerbar el temor de depender de China para una gran parte de los componentes de las cadenas globales de valor. En las últimas décadas, una buena porción de la producción manufacturera del mundo se había trasladado a China, provocando que ya desde 2015 las exportaciones de ese país representaran el 13.8 por ciento del comercio global.

A raíz de la disrupción que la pandemia significó en las cadenas globales de valor, las empresas hoy buscarán “acercar” sus procesos productivos, para reducir costos e incertidumbre. México, con un T-MEC en marcha, está en una posición idónea para capitalizar que las empresas estén tratando de revertir su concentración en una sola región geográfica, y atraerlas para que aprovechen la infraestructura industrial del país.

Lo que hemos aprendido a lo largo de estos 20 años es que el crecimiento económico y el comercio determinan los equilibrios de poder y generan tensiones que requieren soluciones políticas a nivel internacional. En un contexto de tensiones y represalias, es innegable la relevancia de mantener relaciones de colaboración con China, para avanzar en temas de interés global: sea cambio climático, combate a la pobreza, intercambio comercial o avance tecnológico, el diálogo cercano y la cooperación serán fundamentales.

La participación de México en el Consejo de Seguridad de la ONU durante el bienio 2021-2022 abrirá nuevas oportunidades de interacción cercana, adicionales a las existentes, como el G20 y los espacios propios de la relación bilateral. Justo el 22 de julio pasado, México y China copresidieron una reunión virtual con cancilleres de América Latina y el Caribe, que tuvo como objetivo consolidar la cooperación internacional contra la COVID-19. En este espacio, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, reiteró que “la prioridad común es el desarrollo de tratamientos y vacunas y la creación de mecanismos efectivos para su distribución universal”.

Los próximos años definirán hasta qué grado se transformará el nuevo orden internacional y cómo se terminan de perfilar los personajes y fuerzas del mismo. México está preparado para enfrentar esta coyuntura con la solidez de una política exterior basada en principios, para enfrentar los retos globales desde un entorno multilateral. Pero nuestro país también reúne las condiciones necesarias para convertirse en el gran proveedor de las cadenas regionales de valor que buscarán la certidumbre de ubicarse ya no en China, sino en la región de Norteamérica.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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