La amenaza de la ultraderecha
En las primeras semanas de enero de 2024, alrededor de un millón de personas salieron a las calles de varias ciudades alemanas para manifestarse contra el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD). Específicamente en Berlín, se reunieron más de 100 mil personas frente al Bundestag bajo el lema “Defender la democracia: juntos contra la derecha”. Las protestas tenían como mensaje afirmar que el radicalismo que representan ese y otros movimientos no cabe dentro de una sociedad democrática como la alemana.
¿A qué responden estas manifestaciones? ¿Por qué en este momento?
Desde hace algunos años, en todo el mundo, organizaciones de ultraderecha han ganado espacios políticos con el apoyo de algunos sectores de la población. Sus discursos, su forma de percibir la vida pública y la vida privada de las personas, e incluso sus propuestas de solución a los retos más desafiantes de la actualidad, retan a la democracia y la existencia en sociedad, basada en el respeto de nuestras diferencias.
Estos movimientos tienen presencia no solo en Alemania, sino también en Francia, el Reino Unido y países nórdicos como Finlandia, donde el Estado de derecho y el estado de bienestar —intrínsecamente democráticos— son ejes críticos en el desarrollo de sus sociedades. América Latina no es la excepción. En nuestra región estos grupos inclusive han alcanzado el poder. En Brasil sucedió, para luego dar paso nuevamente a un gobierno progresista. En Argentina, el actual experimento luce desalentador para el país. En México, aunque afortunadamente no tienen tal fuerza, no se les puede subestimar.
¿Qué es?
Es bien conocido que la designación política entre izquierda y derecha se la debemos a la Asamblea Nacional que se instituyó durante la Revolución francesa. El órgano, conformado por 1200 integrantes, se organizó situando en los asientos de la derecha a los legisladores que buscaban que el rey Luis XVI mantuviera su derecho de veto, y en los de la izquierda a aquellos que defendían que el monarca contara con un veto parcial. Después de 230 años, la ciencia política ha buscado darles nuevos y más complejos significados.[1]
Bajo una perspectiva hipersimplista, desde la izquierda defendemos la redistribución y el bienestar general que, en consecuencia, impacta en el individual. En la derecha colocan al individuo y sus derechos particulares como el mecanismo para alcanzar el desarrollo general.
Sin embargo, la ultraderecha basa sus programas ideológicos en una visión extremadamente conservadora, la cual busca imponer a todas y todos por igual. Incluso la moral —una universal, establecida bajo sus propios parámetros— se convierte en reglas que, desde su punto de vista, toda la población debe obedecer.
La discusión teórica sobre estas visiones del mundo —a veces excluyentes y otras no— coincidirá en mayor o menor medida con nuestras convicciones y, en consecuencia, las diferencias serán más claras o difusas en la vida política de nuestros países. Sin embargo, esas dinámicas forman parte de procesos naturales que abonan a la democracia e incluso al entendimiento entre nuestras diversas formas de pensar. Sin embargo, los extremos no buscan el consenso, sino la imposición.
“Consideramos extrema derecha aquella que puede llegar a estar en el ámbito parlamentario. Son ideas extremas que no obstante se encuadran dentro de la legalidad. Más allá de eso se encuentra la ultraderecha, un concepto que no excluye la violencia y que busca subvertir el sistema” explica un responsable de los Mossos d’Esquadra (cuerpo policiaco de Cataluña), en España.[2]
Diferenciar la extrema derecha —como parte del espectro político natural de un país— de la ultraderecha —como movimiento social que no solo busca ganar el poder político, sino propagar sus ideas a través de la violencia— es esencial para prever sus peligros y atender sus posibles causas. Las voces expertas en la materia afirman que estos grupos están motivados por el supremacismo blanco y la tradición cristiana (no como religión, sino para ordenar la vida social); rechazan la inmigración y, claro, afirman que el papel de las mujeres debe estar subordinado al de los hombres.[3]
¿Por qué representa un riesgo para la democracia?
La ultraderecha, como se expresó, ha ganado terreno político en diversos territorios alrededor del mundo. Esas organizaciones y partidos políticos buscan intimidar y aplicar soluciones poco discutidas con otras formas de pensar. La censura, el desprecio y la intolerancia son ejes fundamentales de su acción política.
Además, buscan gobernar con base en el supremacismo étnico; el rechazo a las minorías migrantes, sexuales, de género, étnicas y lingüísticas y, por supuesto, la pretensión de imponer un papel secundario para las niñas y mujeres. Incluso, el ultranacionalismo exacerbado —expresado como rechazo a la migración más allá de su estatus jurídico— forma parte de su eje de acción. En general, su agenda se basa en la persecución de lo que nos hace diferentes.
En Alemania, el AfD representa un “radicalismo nacional autoritario”; en otras palabras, una sociedad jerárquicamente ordenada y étnicamente homogénea supervisada por un Estado tirano. Preocupa que este partido no actúa solo, sino que busca conectarse con una amplia diversidad de grupos que fomentan las mismas ideas (entre ellas, el nazismo). Asimismo, son responsables —por lo menos en las tres últimas décadas— de la mayoría de crímenes de odio en ese país contra personas refugiadas, extranjeras, judías, musulmanas, y población de la diversidad sexual y de género.[4]
A continuación, un par de situaciones que ejemplifican los riesgos de estos movimientos, que se suman a la clara violencia que ejercen. La ultraderecha utiliza la idea de nación como pretexto para discriminar, separar y violentar. Guillermo Fernández Vázquez, profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Carlos III de Madrid, afirma que esta posición política “considera que las naciones son casas, en las que hay que poner muros, cerrar puertas”. Para quienes la reivindican, “las naciones tienen unos propietarios y unos herederos legítimos, que son el grupo ‘nativo’, frente a los individuos externos que solo pueden entrar como invitados”.[5]
Por eso, con mucha regularidad, estos grupos mantienen posiciones muy violentas contra las personas migrantes, más allá de su estatus regular o irregular, ignorando el derecho humano a migrar y los beneficios de estos actos humanos. Los liderazgos extremistas no podrían estar más equivocados.
La migración es, en buena medida, responsable del desarrollo de un Estado. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ese fenómeno tiene un impacto positivo en diversas áreas de la economía de los países receptores. Por ejemplo, participan de manera importante tanto en las ocupaciones de alta como en las de baja cualificación; su libre movimiento permite balancear las demandas de personal y, contrario a lo que la ultraderecha afirma, las y los migrantes contribuyen mucho más en impuestos y servicios de lo que el Estado invierte en ellos. Además, su presencia estimula la innovación y, en consecuencia, el crecimiento económico.[6]
El ejemplo más claro es cercano: Estados Unidos. Un estudio del Center on Budget and Policy Priorities afirma que las personas migrantes participan positivamente en la economía de ese país de muchas maneras. Entre ellas, trabajan en tasas más elevadas que el promedio y representan más de un tercio de la fuerza laboral de varias industrias. En poblaciones envejecidas permite mantener la fuerza laboral estable, y además, las infancias de familias migrantes tienen una movilidad ascendente, lo que significa un mejor futuro para ellas, ellos y sus familias y, en consecuencia, para la nación.[7]
La diversidad es uno de los pilares más importantes del desarrollo de las sociedades modernas. Un estudio reciente del Pew Research Center señala que, en general, la población estadounidense percibe a la diversidad como positiva; incluso con los retos que eso representa. Por ejemplo, la mayoría respalda la idea de que un lugar de trabajo más diverso es favorable. Inclusive, las comunidades habitadas por personas de distintos grupos sociales y nacionalidades también están valoradas como positivas por buena parte de la población. En general, el 57 por ciento de la población estadounidense afirma que la conformación multicultural del país es muy buena, mientras que un 20 por ciento más la considera es buena.[8]
Asimismo, la misoginia es parte fundamental de la ultraderecha en el mundo. Estos movimientos buscan en buena medida un Estado y un orden patriarcal que coloque a las mujeres en un papel subordinado. Perciben a los movimientos feministas y otros como corrientes que atentan contra el “orden natural”. La misoginia con la que se conduce la ultraderecha, con grupos organizados para atacar y violentar, representa un peligro para las niñas y mujeres en general.[9]
Así, tales posiciones políticas implican peligros para mujeres y niñas, colectivos de la diversidad sexual y de género, personas migrantes, y en general cualquier tipo de grupos minoritarios y, por tanto, son una amenaza para la vida democrática de nuestros países. No es una opción política más, sino la expresión del odio contra nuestras diferencias.
Resistencias
Desde diciembre de 2023 y hasta ahora, miles de personas han tomado las calles en Argentina contra las políticas del actual presidente del país. En buena medida, buscan mostrar su descontento por la pretensión de desmantelar el Estado argentino, una de las clásicas ideas de la ultraderecha. “La patria no se vende” fue la consigna que más se hace presente en estos movimientos populares.[10]
En Alemania sucede lo mismo. Deutsche Welle ha denominado a estas manifestaciones como el “muro humano contra la extrema derecha”. El politólogo Marcel Lewandowsky, de la Universidad de Siegen, afirmó que estos fenómenos son “fuerte movilización para apoyar la democracia, que no se limita a la esfera política”. Va más allá, porque tanto en Alemania como en Argentina hay una resistencia popular contra el avance de la ultraderecha, no solo en la política, sino también en la posibilidad de que en la sociedad se busque ordenar la vida pública bajo estas ideas.[11]
El Estado puede ya responder a dichas peticiones populares.
Por ejemplo, en diciembre de 2023, el Gobierno alemán clasificó al movimiento estatal del AfD en Sajonia como una amenaza a la democracia, lo que podría concluir con su prohibición total por considerarlo inconstitucional. La ley alemana otorga al tribunal constitucional la autoridad para prohibir un partido político cuando persiga objetivos anticonstitucionales y esté en condiciones de alcanzarlos.[12]
Como parte de su historia, las autoridades de ese país han utilizado la ley para evitar el resurgimiento de movimientos de ultraderecha. Aunque en el pasado se inhabilitaron organizaciones pequeñas, que no tenían oportunidades políticas de llegar a tomar el poder, ahora el AfD es el partido más votado en el este del territorio alemán, principalmente con base en el sentimiento antiinmigrante. Esto convierte en un reto mayúsculo decidir la permanencia o ilegalización del partido.[13]
“Los Estados constitucionales que funcionan bien no pueden ignorar la forma en que votan sus propias poblaciones. Tenemos que ofrecer conceptos que sean convincentes: aquí y ahora. Por supuesto, el AfD intenta atacar al Estado desde dentro, pero el Estado de derecho es resistente”, afirma Sebastian Fiedler, legislador socialdemócrata, integrante del subcomité de seguridad interior del Bundestag. La resistencia estatal, por lo menos en Alemania, tendrá que decidir entre mantener el orden constitucional o permitir la posible llegada de partidos extremistas al poder.[14]
Combatir el avance de la ultraderecha en la vida pública de nuestros países es un deber. Más que un debate sobre posiciones políticas, en realidad se trata de la defensa de nuestra búsqueda por vivir en democracias sanas. Siempre he tenido claro que la vida en sociedad se basa en el respeto de las diferencias. Por eso, negar nuestra diversidad y buscar eliminarla es un claro error.
X y Facebook: @RicardoMonrealA
[1] Paula Rosas, “Qué quieren decir los términos ultraizquierda y ultraderecha (y cómo se usan en la actualidad)”. BBC News Mundo (08 de octubre, 2022), sec. Internacional [En línea]: https://acortar.link/1EBWY0 [Consulta: 29 de enero, 2024].
[2] Nacho Carretero y Arturo Lezcano, “Terror invisible: así es la nueva ola de ultraderecha que defiende pasar a la acción”. El País (20 de enero, 2024), sec. El País Semanal, ed. América-México [En línea]: https://acortar.link/VkEFAJ [Consulta: 01 de febrero, 2024].
[3] Idem.
[4] Paul Hockenos, “Germany’s Far-Right Party Is Worse Than the Rest of Europe’s”. Foreign Policy (26 de enero, 2024), sec. Analysis [En línea]: https://acortar.link/hcuMfh [Consulta: 31 de enero, 2024].
[5] P. Rosas, op. cit.
[6] Organisation for Economic Co-operation and Development, “Is migration good for the economy?”. Migration Policy Debates (mayo, 2014), 4 pp. [En línea]: https://acortar.link/eicoVh [Consulta: 30 de enero, 2024].
[7] Arloc Sherman, Danilo Trisi et al., “Immigrants Contribute Greatly to U.S. Economy, Despite Administration’s ‘Public Charge’ Rule Rationale”. Center on Budget and Policy Priorities (15 de agosto, 2019) [En línea]: https://acortar.link/9k5mhH [Consulta: 30 de enero, 2024].
[8] Juliana Menasce Horowitz, “Americans See Advantages and Challenges in Country’s Growing Racial and Ethnic Diversity”. Pew Research Center (08 de mayo, 2019), sec. Research Topics, Race & Ethnicity, Racial & Ethnic Shifts [En línea]: https://acortar.link/H00OOP [Consulta: 30 de enero, 2024].
[9] N. Carretero y A. Lezcano, op. cit.
[10] José Pablo Criales y Constanza Lambertucci, “Decenas de miles de personas protestan en Argentina en el primer paro general contra Milei”. El País (24 de enero, 2024), sec. Argentina, ed. América-México [En línea]: https://acortar.link/N5C5sn [Consulta: 01 de febrero, 2024].
[11] Christoph Strack, “Un muro humano contra la extrema derecha en Berlín”. DW (02 de febrero, 2024), sec. Política, Alemania, ed. Español [En línea]: https://acortar.link/wisSbQ [Consulta: 03 de febrero, 2024].
[12] Paul Hockenos, “Germany Is Thinking of Simply Banning the Far Right”. Foreign Policy (13 de diciembre, 2023), sec. Analysis [En línea]: https://acortar.link/vLRtUL [Consulta: 31 de enero, 2024].
[13] Idem.
[14] Idem.