La “ecuatorización” de la elección
Políticas de Estado, no grilla electoral partisana, reclama la ciudadanía contra el flagelo de la violencia y la inseguridad en el país.
Estamos por cerrar un ciclo de tres gobiernos sexenales, 18 años, con tres partidos diferentes (Calderón/PAN, Peña Nieto/PRI y AMLO/MORENA), sin que el flagelo de la violencia y la inseguridad haya sido dominado significativamente.
El Gobierno de la 4T logró avances a partir del año pasado, de acuerdo con las estadísticas del INEGI y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Por ejemplo, mientras que con Calderón se dispararon los homicidios dolosos de 8.8 mil a 25.9 mil por año, con Peña Nieto se pasó de 23 mil a 36.6 mil, y con AMLO bajaron en cinco años de 36.6 mil a 30.1 mil (una reducción anual promedio del 18 %). El secuestro se redujo en un 70 % y el robo de vehículos en un 30 %.
Sin embargo, la tasa de homicidios ¾por cada 100 mil habitantes¾ sigue siendo alta, sobre todo en el contexto internacional. Basta considerar que, de las 10 ciudades más peligrosas del planeta, siete son mexicanas (worldatlas.com), y las gobierna alguno de los tres grandes partidos.
El asunto es relevante porque, a medida que avance el proceso electoral, el tema de la violencia y la inseguridad será puesto sobre la mesa de la discusión pública. Pero lo más probable es que se haga de la peor manera: no con ánimo democrático de rendición de cuentas, sino con el ánima criminógena del ajuste (político) de cuentas. Es decir, culpando al Gobierno de incapacidad, simulación o hasta de complicidad, según sea el tamaño del prejuicio.
Hace poco escuché la más acabada versión de lo que es el prejuicio político en tiempos de la posverdad (o de las mentiras en la red): “El cartel de Sinaloa está detrás de los triunfos de MORENA en las gubernaturas. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas”. Esta es la esencia de los juicios sumarios mediáticos, en los que el imputado es considerado de antemano culpable hasta que demuestre lo contrario. Su majestad el prejuicio dominando al juicio ciudadano. El adjetivo sobre el sustantivo. La emoción sobre la razón. El hígado sobre el cerebro.
Con base en estos juicios sumarios mediáticos, propios de la posverdad, se está intentando sembrar en el imaginario colectivo la percepción de que MORENA ganará las próximas elecciones con ayuda del crimen organizado, de que la política de “abrazos, no balazos” será correspondida con “besos y votos”, y que ahora los carteles harán la labor de movilización, organización, promoción y defensa del voto.
A la construcción de este prejuicio mediático (respecto al cual, repetimos, no hay juicios de hecho, sino juicios de valor) contribuyen incluso algunos think tanks estadounidenses, como el Instituto Baker, que en su reciente México Country Outlook 2024 recoge esta visión, esparcida por algunos grupos de oposición a la 4T.
Podríamos estar en la antesala de la ecuatorización de la elección, pues en aquella nación sudamericana el tema de la expansión del crimen organizado y de la inseguridad fue utilizado por cada uno de los partidos y candidatos presidenciales para culparse unos a otros de estar al servicio de las mafias, e incluso fue asesinado uno de los contendientes (Fernando Villavicencio). Ecuador vive hoy una insurgencia sin precedente de las mafias criminales contra el Gobierno constitucional.
Políticas de Estado, no grilla electoral partisana, reclama la ciudadanía contra el flagelo de la violencia y la inseguridad en el país.
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