La transformación viaja en tren

Súbanse al Tren Maya o quédense en la estación Contemplación, con Penélope, viendo pasar la historia.

Si la Revolución mexicana se hizo en locomotora, la Cuarta Transformación se está haciendo en trenes eléctricos y de diésel.

El Tren Maya viene a tributar una deuda histórica del Estado mexicano con el sur/sureste del país.

Lo mismo el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), que viene a hacer realidad un proyecto histórico de Benito Juárez, primero, y de Porfirio Díaz, después —ambos de origen oaxaqueño—, quienes buscaron dar a su estado natal el empujón histórico para detonar el crecimiento de esta región, que es la cintura geográfica de la República mexicana.

¿Por qué el tren? Porque es el transporte más barato y eficiente para la movilidad de pasajeros, bienes y servicios. Porque hay un rezago histórico de casi 30 años de este transporte, desde que fue privatizado por Ernesto Zedillo y desaparecieron los trenes de pasajeros. Porque donde pasa el tren llegan con él crecimiento, desarrollo y bienestar para las poblaciones circundantes.

En cinco años, el sureste no será más la región olvidada de México, la proveedora de mano de obra barata y materias primas para el resto del país y del extranjero. La península de Yucatán hará una tenaza económica con la península de Florida, y lo que hoy es el Golfo de México será el Golfo del Bienestar para los estados de la Unión Americana y de México que comparten las aguas con los depósitos de gas y petróleo más grandes del planeta. Cuba podría sumarse también a la reserva de mar patrimonial más prometedora del mundo.

El CIIT no desplazará al Canal de Panamá, ahora afectado por el cambio climático, sino que serán complementarios. Los dos océanos más grandes del mundo quedarán conectados y las dos economías regionales más dinámicas del planeta, la asiática y la de América del Norte, quedarán comunicadas por este corredor que alguna vez, en el siglo XIX, fue codiciado por las potencias de entonces.

El eje central de movilidad de estas dos obras (Tren Maya y CIIT) es el ferrocarril. El mismo transporte que los neoliberales vieron como un pesado fardo del cual prefirieron deshacerse. Hoy, con inversión pública, cero deuda, y con ingeniería y mano de obra mexicana, el sur/sureste tendrá la oportunidad histórica de despegar y llevar bienestar a las y los mexicanos de esta parte del país, pero también a las y los hermanos de Centroamérica, porque el efecto expansor y detonador de estas dos megaobras de infraestructura de la 4T llegará hasta allá.

Es importante subrayar: ya no son proyectos, son nuevas realidades.

El Tren Maya es una obra de poco más de 1700 kilómetros de vías férreas (la distancia entre París y Lisboa), que se construyó en tiempo récord, con un setenta por ciento de productos e insumos mexicanos y el cien por ciento de inversión pública… Una obra hecha en México, por mexicanos, para el disfrute del mundo entero.

En pocos años más, la milenaria civilización maya resurgirá entre los vestigios y entre la selva que la ocultó por siglos; veremos el primer gran museo de sitio, al aire libre, de una cultura que está en el origen de Mesoamérica, y toda la península será uno de los destinos de turismo cultural, histórico y ecológico más atractivos del planeta.

El tren de la transformación del sur/sureste es el tren de la historia nacional. Súbanse a él o quédense en la estación Contemplación, con Penélope, viendo pasar la historia.

 

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