México y el mundo en el 2024

Que la soberanía sirva para tomar lo que sea bueno para nuestro país y dejar de lado lo que nos ponga en riesgo como nación.

Literal, en el 2024, el mundo y sus transformaciones nos cruzarán de cabo a rabo. No hay dónde esconderse. Más bien habrá que buscar la forma de adaptarse sin cerrarse, pero tampoco sin diluirse: buscando el justo medio.

A mediados de año, el cambio climático nos puede llevar al borde de la peor crisis hídrica en la historia. Las 75 zonas metropolitanas, en donde se asienta el 70 % de la población nacional, padecerán algún grado de sed, racionamiento y tandeo. Mientras que en el campo podría haber sequías extremas, tierras sin cultivo, ganado sacrificado y migraciones masivas hacia la ciudad o al extranjero. Habrá que pensar y presupuestar, ahora sí, en traer el agua desalinizada del mar, en captar agua de lluvia (la poca que caerá), en reparar las fugas en las ciudades o en todo eso junto. No es solo un tema de seguridad nacional, sino de sobrevivencia elemental y de estabilidad social y política. Y no es catastrofismo, es realismo climático.

La relocalización de las empresas trasnacionales (nearshoring) seguirá ayudando al empleo, a la inversión, a la balanza de pagos, al superpeso y al crecimiento económico en general. Por primera vez en la historia económica del país, el sureste podrá ser tan atractivo —o más— que el norte, gracias al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), un proyecto que imaginó Humbold, perfiló Juárez, contuvo geopolíticamente Díaz (desconfiaba de los estadounidenses), postergó el canal de Panamá y, por fin, hicieron posible la 4T y el presidente AMLO.

El Tren Maya, Dos Bocas y el CIIT romperán la leyenda negra de los dichos discriminatorios espetados alguna vez por Francisco Bulnes, mucho antes que Quadri (“la tragedia de México es que tiene medio cuerpo metido en el sureste”…, o algo similar). ¿Qué hace falta para consolidar esta oportunidad histórica coyuntural de la relocalización económica postpandemia? Seguridad, educación y salud. Hacia allá parece apuntar el segundo piso de la 4T.

El tercer factor que nos alineará con el mundo en 2024 son las elecciones del 2 de junio, las más numerosas y extendidas de nuestra historia, con más de 20 mil cargos de elección popular en disputa y, probablemente, arriba de 80 mil candidatas y candidatos buscando el voto popular.

Sucede que más de 75 países, en donde se asientan 4 mil 200 millones de personas (el 53 % de los 7 mil 900 millones que cerramos el año pasado), tendrán algún tipo de elección presidencial, parlamentaria o local importante. Es la mayor concurrencia de elecciones en la historia reciente, y se estima que pasarán 24 años para que vuelvan a coincidir (vozdeamerica.com).

The Economist dedica su portada de fin de año a este tema, y coloca a la elección mexicana entre las más importantes por contemplar, junto con la de Estados Unidos, India, Rusia, Taiwán, Unión Europea e Indonesia. Destaca la alta posibilidad de que una mujer, en específico la Dra. Claudia Sheinbaum, encabece por primera vez la Presidencia. Mientras que alerta del riesgo que representa para la democracia mundial que Donald Trump pudiera ganar la Presidencia de EUA (un puñado de votantes de un grupo de estados de la Unión Americana estaría decidiendo la suerte de miles de millones de seres humanos en el resto del planeta).

En suma, en 2024 habremos de sentir como pocas veces lo que es vivir en un ecosistema global. Que la soberanía sirva para tomar lo que sea bueno para nuestro país y dejar de lado lo que nos ponga en riesgo como nación.

 

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