Tres visiones de una misma pandemia

Lo sanitario ya es lo de menos, lo que está en juego es la reconfiguración económica y política del mundo después del COVID-19.

1) La sexta extinción (visión ambientalista): el planeta está enfermo. Las amenazas de pandemias son cada vez más frecuentes y letales. En dos décadas, el planeta ha enfrentado cuatro amenazas epidemiológicas (ébola, gripe aviar, porcina y COVID-19). Si bien no han alcanzado las cifras de víctimas que dejaron otras pandemias a lo largo de la humanidad, como la plaga de Justiniano (541-542 a. C., 40 millones), la peste negra (1347-1351 d. C., 85 millones) y la gripe española (1918-1919 d. C., 50 millones), sí han provocado daños colaterales en términos sanitarios, económicos y políticos mayores a cualquier contingencia conocida. Los pasivos se miden en puntos del PIB mundial y son comparables a los costos de desastres naturales (sismos, tsunamis, huracanes, etc.) y de conflagraciones bélicas mundiales.

Esto se debe a que el planeta está en curso de su sexta extinción (las cinco anteriores fueron la supernova, la pluma mantélica, la pangea, y meteoritos con erupciones masivas), en la que el calentamiento global es la causa más disruptiva, provocando desastres naturales cada más letales y mutaciones bacteriológicas cada vez más agresivas. El uso y abuso depredador de los recursos naturales por parte de la humanidad es la causa de esta extinción.

2) Mecanismo de autorregulación de la naturaleza (visión malthusiana darwinista, de corte fascista): el crecimiento geométrico de la especie humana se conflictúa con el desarrollo aritmético de los recursos económicos. “Siempre habrá más habitantes que recursos sobre el planeta para su sobrevivencia”. Uno de los mecanismos naturales para aplanar la curva demográfica son las pandemias, que eliminan a las personas más débiles y vulnerables.

El COVID-19 ilustra cómo opera este mecanismo de “poda” o recorte demográfico “natural”: afecta de manera visible a la población mayor de edad y a quienes padecen enfermedades subyacentes o de alta morbilidad (diabetes, insuficiencia cardiaca, renal, hipertensión, obesidad). En plena pandemia, hemos visto códigos de bioética y propuestas económicas que piden no confinar a la población ni parar la industria por dos razones: una, el costo de detener la maquinaria económica es mayor que el sanitario; dos, se impide que el virus cumpla su función social de exterminador natural de los que sobramos en este planeta.

3) Es la Tercera Guerra Mundial, y ya la ganó China: justo en medio de la guerra comercial y tecnológica que sostenían EUA y China, por el control de los recursos energéticos y de la banda 5G, surge el “virus chino”. La leyenda dice que de un mercado de animales exóticos en Wuhan. Otras voces, que de un laboratorio cercano que experimentaba en murciélagos los efectos del SARS-CoV-2, sin medidas de seguridad biomédica. La OMS ha demeritado esta versión, pero el imaginario colectivo parece encontrar cada vez más evidencias.

El hecho de que China haya concluido primero el encierro, con un número de víctimas sensiblemente menor al de EUA, que surta de ventiladores e insumos médicos a su competidor y al resto del mundo, y que anuncie que está a semanas de producir la medicina y vacuna contra la pandemia, colocan a esta potencia emergente como una virtual ganadora, y hacen que lo sanitario ya sea anecdótico, porque lo que está en juego es la reconfiguración económica y política del mundo después del COVID-19.

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