A qué nos obliga la migración

El pasado 18 de diciembre se conmemoró el Día Internacional del Migrante, un marco que nos obliga a repensar y ampliar la perspectiva del fenómeno migratorio de manera integral. La solución a la problemática en torno a él sigue pendiente, y tal vez lo que se requiere es justamente un cambio en la mirada y aproximación a la movilidad transfronteriza de las personas.

México tiene varias décadas de experimentar en carne propia la dinámica migrante. Acontecimientos históricos desde mediados del siglo XIX, cuando se vio obligado a ceder la mitad de su territorio a Estados Unidos, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo,[1] o la implementación del llamado Programa Bracero, que reguló entre 1942 y 1964 el trabajo temporal de mexicanas y mexicanos en Estados Unidos,[2] o por causa de los efectos económicos de 1994, que obligaron a una migración masiva de connacionales hacia la Unión Americana.[3]

Este breve contexto sólo pretende volver la mirada para, en tiempo presente, obligarnos a abordar el tema de la migración no como un suceso nuevo, sino como un acontecimiento con constancia histórica, duradera y continua.

En el marco del Día Internacional del Migrante debemos reconocer la deuda con los miles de personas que, por distintas razones, pero sobre todo laborales, han emigrado globalmente. Actualmente, los cerca de 281 millones de seres humanos que se movilizan entre fronteras han llevado a un sinnúmero de análisis y a la propuesta de políticas de cooperación nacional, bilateral y regional para abordar la situación.

Sin duda es un desafío global que requiere pasar del discurso a los hechos concretos, justos, equitativos y con respeto a los derechos humanos que materialicen los objetivos del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular.[4]  Es decir, implementar las estrategias necesarias para que el fenómeno migratorio sea en realidad detonante del desarrollo tanto del país de origen como del país de destino.

 

 

La emigración mexicana hacia Estados Unidos es ejemplo concreto de ello. Su impacto positivo en la economía del país vecino representa una fuerza laboral y de consumo clave para su desarrollo económico. Con base en el Reporte Anual de Economía Multicultural, elaborado por la Universidad de Georgia, “el poder adquisitivo hispano determinará cada vez más el ritmo del crecimiento del PIB estadounidense y por ende de la región”.[5]

Las y los mexicanos y mexicano-estadounidenses representan el 57.2 por ciento del poder adquisitivo total de la población latina en la Unión Americana, y en el estado de California (el de mayor población mexicana y mexicano-estadounidense) constituyen el 26 por ciento del poder adquisitivo latino en ese país; más del 30 por ciento de las y los trabajadores de la industria agrícola; el 19.5 por ciento en la construcción, y el 14.5 por ciento en hotelería y recreación. Asimismo, más de 1.2 millones de paisanas y paisanos son emprendedores.[6] Todo lo anterior sin contar a los más de 430,000 mujeres y hombres con trabajos temporales que anualmente aportan su mano de obra a la economía estadounidense y que contribuyen al bienestar de sus familias en México.

En particular, conozco el fenómeno migrante de primera mano, soy originario de Zacatecas, de donde, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 96 de cada 100 personas que viven en otro país emigraron a Estados Unidos.[7] Es una temática en la que he tratado de incidir desde los primeros años de mi carrera como servidor público. Durante los diversos periodos en que he formado parte del Poder Legislativo, y al frente del Poder Ejecutivo (1998-2004) de mi estado natal se concretaron avances para la realidad migratoria.

Soy testigo del beneficio de programas como 1×1 para Migrantes, que tuvo como antecedente los alcances de los grupos organizados de migrantes de Zacatecas y Michoacán[8] desde la década de 1980. A través de ese tipo de estrategias se logró el involucramiento de los gobiernos locales y las comunidades de emigrantes y de origen para fortalecer proyectos de infraestructura social básica. Aquel programa apostó a la confianza en ambos sentidos, y así, por cada peso aportado por la comunidad migrante fuera de Zacatecas, el Gobierno local aportaba otro.[9]

Es decir, México conoce de primera mano las particularidades de la situación de origen en los países expulsores, de tránsito y de acogida, así como los impactos del aumento continuo del flujo de personas migrantes en nuestras fronteras.

Por ello insisto en la obligación de reconocer con justicia no sólo a compatriotas fuera de nuestras fronteras, sino a toda persona migrante, sea cual sea su nacionalidad y estatus legal. La deuda es con los 36 millones de migrantes de México que radican en suelo estadounidense, pero también con los miles de hombres, mujeres, familias, niñas, niños y adolescentes que buscan bienestar, y cuyo principal objetivo es trabajar y de esta forma incidir de manera positiva en su núcleo inmediato, lo mismo que en toda su comunidad y, por ende, en los países de origen y recepción.

 

 

Debemos aplicar la congruencia hacia las y los migrantes que transitan por nuestro territorio para llegar a Estados Unidos. Así como exigimos un trato digno para los millones de compatriotas que han emigrado, tenemos la obligación de ofrecer lo mismo con quienes realizan su trayecto migratorio por nuestro país o han decidido elegir México como su nueva patria alterna.

La migración es un fenómeno multifactorial[10] que requiere tareas compartidas que nos lleven a su pronta regulación con medidas a corto, mediano y largo plazos, porque la movilidad migrante no se detendrá. Hay que mirar al sur mexicano, al sur de nuestro continente e incluso al territorio extracontinental, para abordar las múltiples aristas que requieren enfoques distintos, esfuerzos coordinados y vías de integración para un resultado común.

Las respuestas hacia los pendientes que afrontamos en cuanto a la legislación y la política migratoria son un parteaguas histórico que implica cambios en procedimientos y capacidades administrativas, los cuales requieren tiempo y recursos. Tenemos la responsabilidad de otorgar a estas respuestas un enfoque de protección, acción humanitaria y derechos humanos, pero también de combate frontal a la inseguridad y a la corrupción, en y desde los países de origen, tránsito y destino.

Como Poder Legislativo tenemos la compleja tarea de afinar el sistema migratorio y de refugio, a fin de convertirlo en la respuesta adecuada para los objetivos y la dimensión del fenómeno que enfrentamos.

 

 

Entender cómo impacta a las diferentes poblaciones migrantes; comprender cuáles son las realidades que padecen las personas que se ven obligadas a dejar su país requiere estrategias corresponsables, integrales y humanas que equilibren la balanza del desarrollo entre países prósperos, pero con una población en proceso de envejecimiento y naciones de rentas bajas con una amplia y joven oferta de fuerza laboral.

El fenómeno migratorio es una oportunidad y un desafío a la vez. Actuemos de manera proactiva.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

 

Fuentes

[1] Josefina Zoraida Vázquez, “La intervención norteamericana, 1846-1848”. Secretaría de Relaciones Exteriores (1 de enero de 1997) [Consulta: 18 de diciembre, 2021].

[2] Irina Córdoba Ramírez, “Programa Bracero”. Memórica (s/f), sec. Programa Bracero [En línea]: https://bit.ly/3FbMkun [Consulta: 18 de noviembre, 2021].

[3] Ana María Aragonés (comp.), “Crisis econónica y migración: ¿Impactos temporales o estructurales?”. Instituto de Investigaciones Económicas Universidad Nacional Autónoma de México (2014) [En línea]: https://bit.ly/3GRkG66 [Consulta: 18 de diciembre, 2021].

[4] Conferencia Intergubernamental para el Pacto Mundial sobre Migración, “El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular”, Organización de las Naciones Unidas (s/f). [En línea]: https://bit.ly/3pbk83u [Consulta: 18 de diciembre, 2021].

[5] Matt Weeks, “Minority markets see economic growth”. University of Georgia (21 de marzo, 2019), sec. Business & Economy [En línea]: https://bit.ly/3e96rx6 [Consulta: 18 de diciembre, 2021].

[6] Idem.

[7] Instituto Nacional de Estadística y Geografía, “Movimientos migratorios Zacatecas”. Censo de Población y Vivienda (2020), sec. Información por entidad [En línea]: https://bit.ly/3FdRcz5  [Consulta: 19 de diciembre, 2021].

[8] Aldo Cruz Alatriste, “Las remesas colectivas y el Programa 3×1 para Migrantes”. Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco (2012), [En línea]: https://bit.ly/3FbAEHL [Consulta: 19 de diciembre, 2021].

[9] Rafael Hurtado, “Federaciones Mexicanas: Un modelo de cooperación entre clubes de migrantes y gobierno de todos los niveles”. International Organization for Migration (s/f) [En línea]: https://bit.ly/3qd882a [Consulta: 19 de diciembre, 2021].

[10] Karem J. Cibrián Marcial, “Fenómeno Migratorio en México”. Universidad de Guadalajara (s/f) [En línea]: https://bit.ly/3ml6lHc [Consulta: 19 de diciembre, 2021].