Campaña de odio y posverdades

Tres gobiernos mexicanos (de Fox, Calderón y Peña) y al menos dos agencias estadounidenses (FBI y DEA) han investigado hasta por debajo de las piedras a AMLO.

“No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas” es la esencia de la posverdad, cuando el prejuicio, la emoción o la percepción se anteponen al dato duro, a la terca realidad o al dato científico frío.

Tres gobiernos mexicanos (de Fox, Calderón y Peña) y al menos dos agencias estadounidenses (FBI y DEA) han investigado hasta por debajo de las piedras a AMLO, el opositor y ahora presidente de México.

El resultado fue siempre el mismo: no hay nada.

Pero la posverdad de un hashtag repetido más de 200 millones de veces ya es para muchas personas (el 5, 10, 15 o 20 % de la población, no lo sabemos aún, porque la campaña de desprestigio todavía no termina) verdad consumada, que no requiere más pruebas que la del prejuicio, de la creencia, la corazonada.

En los tribunales de la posverdad, la “justicia” es expedita: en la mañana, un bot lanza una acusación, y en la tarde un grupo de fans opositores ya están en el Ministerio Público con las “pruebas” en la mano. Y las “pruebas” son los mensajes manufacturados en una granja de bots, administrada desde Indonesia con un algoritmo de inteligencia artificial, en los cuales aparece tu voz y tu cara en un lugar donde nunca estuviste, afirmando algo que jamás dijiste (deepfake).

También está la mexicanísima técnica de “Radio Pasillo” o “Radio Ven-Va”, donde lanzas un rumor en la mañana y por la tarde ya andan circulando “las pruebas” en las redes sociales. Y si le preguntas a tu interlocutor “¿dónde viste eso?”, la respuesta tiene el veredicto inapelable de un tribunal supremo: “¡Pues en mis redes!”.

#NarcoPresidente y #NarcoCandidata son los primeros hashtags de algo que vendrá en cascada y como bola de nieve a partir del inicio formal de las campañas el primero de marzo. Ese algo es una intensa campaña de odio, para intentar evitar lo inevitable: el refrendo y la continuidad de la 4T en las urnas.

Tres sentimientos mueven al electorado para ir a una casilla, hacer fila y votar por alguien y por algo: la esperanza, el miedo y el odio.

Es así como hemos tenido campañas llenas de esperanza y alegría (2018); campañas rebosantes de miedo y terror (1994), y campañas que destilan odio y rencor (2024).

En todo el mundo, los especialistas en diseñar, promover y sembrar campañas de odio son la derecha, los conservadores y los reaccionarios. Así es desde Hitler y Mussolini.

Estas campañas de odio tienen tres características:

Primera: resaltan y contrastan las diferencias entre las personas en razón de raza, religión o clase social; es decir, son absolutamente discriminatorias y personalistas.

Segunda: crean el mito de la superioridad de un grupo social sobre el resto de los demás (por ejemplo, la supuesta superioridad de los blancos sobre los morenos o de los ricos sobre los pobres nacos).

Tercera: convierten el prejuicio y la mentira en juicio y verdad, tras repetirlo y martillarlo una y otra vez, al estilo Goebbels, el propagandista nazi.

Las campañas de odio de la derecha nunca terminan bien. El odio despierta la ira; la ira, el fanatismo, y el fanatismo, la agresión física.

¿Cuál es el antídoto contra el odio? La esperanza y la alegría.

Tenemos que hacer una campaña anunciando una muy buena nueva; difundiendo urbi et orbi que la Transformación va a continuar; que el cambio y el bienestar no se detendrán; que el corazón vencerá al hígado, y la sensatez a las maldiciones. En pocas palabras, que la esperanza, la alegría y la verdad triunfarán sobre el odio, el rencor y la posverdad.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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