Las Américas

En este momento hay varias Américas. Ninguna de ellas con un gobierno surgido de un golpe de Estado o de la promoción de políticas de exterminio genocida.

Así, en plural. La América anglosajona y la América latina. La América protestante y la América católica. La América india, la europea, la afro y la mestiza. La América del francés canadiense, del inglés estadounidense, del portugués brasileño y del español latinoamericano.

Desde su origen, América no fue un descubrimiento, sino una invención (Edmundo O’Gorman). Una invención cultural, más que un descubrimiento territorial. Los protestantes de las trece colonias vieron la oportunidad de construir un “nuevo mundo” sobre un territorio virgen, mientras que los católicos que se asentaron desde el río Nueces hacia el sur vieron en ese “nuevo mundo” la ocasión de recrear el cristianismo original lejos de la Europa herética de Martín Lutero.

A partir de entonces conviven por lo menos dos Américas: la América protestante, que buscaba construir la “nueva modernidad occidental”, y la América del catolicismo, que buscaba reeditar en las nuevas tierras el “ser original del Estado cristiano”.

Dos ejemplos de las formas diametralmente opuestas con que ambas cosmovisiones procesaban los mismos hechos. Los pueblos originarios de lo que hoy es EUA fueron exterminados o segregados por los protestantes en “reservas indias”. Los pueblos originarios de lo que hoy es América Latina fueron dominados o colonizados por los católicos mediante la espada, la Biblia y el mestizaje.

En las colonias de ética protestante floreció una forma de elegir autoridades entre hombres iguales en derechos (la democracia en América). En las colonias novohispanas, donde convivían estamentos raciales y económicos, con derechos diferenciados, la autoridad máxima (el virrey) era un enviado de los Reyes Católicos, cuya legitimidad provenía de un “derecho divino”.

La propiedad privada también se concibió de manera diferente. Los colonizadores protestantes eran dueños del suelo y del subsuelo, mientras que los católicos únicamente del suelo. Las riquezas del subsuelo (minerales, especialmente) pertenecían a la Corona, que después de la Independencia se convertiría en el Estado.

Por eso, lo correcto es hablar de las Américas. No de un ente uniforme, monolítico u homogéneo, como Europa o Asia. Y si hay una “Cumbre de las Américas”, que se reúne cada tres años para tratar los problemas comunes, lo correcto es invitar a todos los países, sin discriminar a ningún integrante del continente.

Ciertamente, la Cumbre fue diseñada para impulsar “la democracia y el desarrollo económico” en el continente, pero si se va a discriminar en función del régimen político que tiene cada nación o a partir de un concepto unívoco de democracia, se estará convocando sólo a una de las varias Américas existentes.

En términos políticos e ideológicos, en la actualidad hay varias Américas. Ninguna de ellas con un gobierno surgido de un golpe de Estado o de la promoción de políticas de exterminio genocida, lo cual sería motivo no sólo para que no se le invitara, sino para detenerla directamente con todos los recursos de la política internacional.

En este momento de realineación mundial de polos geoeconómicos es más importante una cumbre que plantee la segunda invención del continente americano como zona económica competitiva de bienestar social frente a Europa, Chinindia y Asia, que tratar de promover un modelo político uniforme y excluyente.

 

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