Regeneración (no reconstrucción) de Acapulco

El puerto no necesita de una simple reconstrucción a partir de parches, banditas y cinta adhesiva, sino de una regeneración integral.

La planificación de las ciudades ante un desastre debe ir más allá de la curita de la recuperación a corto plazo. El desastre ofrece una oportunidad única para repensar la planificación y la política de nuestras áreas metro-regionales; es una oportunidad para redefinir nuestras ciudades y reafirmar los valores del cuidado del medio ambiente y la justicia social, de la construcción comunitaria y, especialmente, de ayudar a los pobres con programas de calidad, viviendas asequibles y sostenibles.

Frederick Schwartz, arquitecto urbanista encargado de la reconstrucción

de Nueva Orleans, después del huracán Katrina de 2005.

 

No es una exageración afirmar que parte de la crisis de inseguridad que ha asolado a Acapulco en los últimos años se detonó con una mala gestión de reconstrucción del puerto turístico después del huracán Paulina de 1997, que desafortunadamente se repitió con el ciclón Manuel en septiembre de 2013, y que no debería replicarse con las medidas de reactivación que se vayan a instrumentar después del paso devastador de Otis.

El puerto no necesita de una simple reconstrucción a partir de parches, banditas y cinta adhesiva urbanística, sino de una regeneración integral (económica, financiera, medioambiental, social, cultural, institucional y cívica), que por el momento no se ve en el horizonte.

La disyuntiva que Otis deja en Acapulco es muy clara: convertirse en el antro de playa de fin de semana del Valle de México o levantarse como el polo de desarrollo que —a partir de la actividad turística como eje central— detone el desarrollo sostenible agrícola, comercial, manufacturero, cultural y de recuperación medioambiental de una tercera parte de la población del estado de Guerrero.

Quien haya jugado el popular videojuego SimCity 3000 tiene a la mano, de manera pedagógica y entretenida, lo que se puede hacer después de un huracán categoría 5, con su secuela de inundaciones, saqueos, protestas ciudadanas, levantamientos populares y conflictos sociales. Otros escenarios de desastres que contempla este juego electrónico son ataques terroristas, pandemias, terremotos, crisis de agua, inseguridad por bandas criminales, incendios forestales y hasta siniestros en plantas nucleares.

La regeneración o puesta en pie de Acapulco requiere:

  • reordenar el uso del suelo en la bahía y en el litoral;
  • proteger en forma efectiva los manglares, las salidas al mar de los ríos Papagayo y La Sabana, así como sanear las lagunas de Coyuca y Tres Palos;
  • federalizar la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco (CAPAMA);
  • actualizar la norma oficial de construcción de inmuebles en zona de playa, retomando la arquitectura y la ingeniería resistente a huracanes niveles 4 y 5 (EUA, Indonesia, Japón y China son un referente), y
  • modernizar el sistema de alertamiento temprano de huracanes, utilizando desde los medios de comunicación masiva hasta la tecnologías de la información y de la comunicación.

Pero, ante todo, demanda detener el urbanismo depredador de playas y bahías, modelo de construcciones antirresilientes y cuya bandera es la corrupción. Todo esto, de la mano de la participación ciudadana directa, que es la mejor vigilante y garante de que la regeneración del puerto se haga con sentido social, democrático y humanista.

De otra forma, después del desastre natural vendrá el ciclón de la degradación y la descomposición social. Acapulco no merece una extinción tan triste.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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