Lecciones de la pandemia (II)

Hace unos días, la Real Academia Española determinó que la palabra de 2020 es confinamiento, definida como el aislamiento temporal y generalmente impuesto de una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad.

Antes de 2020, este término era asociado casi únicamente para aquellas personas cuya conducta era considerada impropia por las leyes que rigen una sociedad, y que ocasionaba la privación de su libertad, pero el año que se va nos ha obligado a ampliar y replantear este significado y, por tanto, también el de uno de sus antónimos: libertad.

Difícilmente se puede luchar por la libertad cuando se olvida cómo reconocerla, pero la pandemia nos deja la importante lección de que aquélla es frágil, que romper la ley no es la única manera de perderla y que recuperarla puede requerir esfuerzos colectivos que necesariamente implican un largo periodo de tiempo.

Las medidas de distanciamiento social, necesarias para evitar el número de contagios, retuvieron a millones de personas al interior de sus hogares y coartaron las interacciones humanas a las cuales las sociedades estaban habituadas.

Los gobiernos de algunos países implementaron medidas coercitivas para asegurar que el confinamiento fuera respetado, dejando sin opción de decidir a sus habitantes, y dando paso a la dicotómica decisión de obediencia o castigo. Tal fue el caso de naciones como Italia o España, donde la fuerza policiaca fue utilizada para monitorear el comportamiento de la población.

Estas acciones tuvieron como costo de oportunidad implícito el cierre de cualquier actividad económica, generando en los gobiernos que las instrumentaron la necesidad de financiar cuantiosos rescates a las empresas que debieron frenar sus actividades.

En el fondo, la capacidad de imponer el confinamiento requería de al menos dos requisitos básicos. El primero era de orden macroeconómico: contar con la capacidad de asistir a la totalidad de las personas que dejarían de laborar. El segundo era microeconómico: las personas se podrían confinar en la medida que su trabajo les permitiera realizar sus funciones a distancia.

Pero la pandemia mostró la desigualdad que existe en ambos rubros, y dejó ver lo peligroso que resultan las disparidades entre y al interior de los países.

La desigualdad entre naciones, como se constató en 2020, ha evitado que todas se recuperen al mismo ritmo, dificultando así la restauración de cadenas de valor y, por tanto, de la recuperación económica. Por eso, otra de las importantes lecciones que deja la pandemia es que aquello que sucede en los países, las condiciones de precariedad de otros y la desigualdad que sufran son asuntos que deben preocupar a toda la humanidad y no solamente a quienes en ellos habitan.

Pero respecto a la libertad, quizá la lección más relevante que la emergencia sanitaria nos ha dejado es que no todas las personas tienen la posibilidad de decidir. Hace algunos meses, cuando la crisis sanitaria estaba iniciando, alguien en Fresnillo, Zacatecas, de donde soy originario, me expresó: “si no me mata la pandemia, me mata el hambre”.

Esta frase local tiene un carácter regional, pues buena parte de las personas que habitan América Latina y otras latitudes con economías emergentes laboran en la economía informal. Esto significa que solamente una capa de la población de estos lugares tuvo la posibilidad —la libertad— de elegir si acataría el confinamiento y las medidas de sana distancia, mientras trabajaba de manera remota, desde su hogar. Entre tanto, la gran mayoría no contó con la opción de tomar la decisión, pues estaba en juego su subsistencia.

¿Contaba este segmento de la población con libertad plena antes de 2020? Dolorosamente, la respuesta es no. Otra de las importantes lecciones de la pandemia será que por mucho tiempo las sociedades se conformaron con una libertad limitada, la cual, paradójicamente, la propia epidemia global demostró que necesita ser ampliada.

Durante al menos las últimas cuatro décadas, el mundo estuvo expuesto a un modelo económico que privilegió al mercado. Las consecuencias de ese tipo de esquemas han sido evidenciadas por la pandemia: los Estados de bienestar, incluso los de las economías consideradas como desarrolladas, fueron incapaces de brindar seguridad social y de proteger la vida y la salud de sus sociedades.

En México, desde 2018, se dio un golpe de timón en el cambio de modelo político, económico y social, y el eje de este cambio fue asegurar que cada persona viva con libertad y que sus derechos sean respetados. Hay quienes esperaban que estas metas se difuminaran, como consecuencia de la emergencia sanitaria, pero en realidad ocurrió lo contrario, pues la pandemia nos ha mostrado la necesidad de transitar a un esquema en que el Estado proteja la libertad, incluso, contra los intereses del mercado.

Debido a ello, durante el confinamiento, el Gobierno federal apeló a la responsabilidad social de las y los mexicanos, dejando que cada persona, desde su realidad y haciendo uso de su libertad, tomara decisiones que, por un lado, protegieran su vida y la de las personas a su alrededor y que, por otro, les permitieran seguir obteniendo los recursos necesarios para subsistir. Todo esto acompañado de un esquema de apoyo para los sectores más vulnerables de la población.

Cada mujer y cada hombre entienden y viven la libertad de diferente manera. Los planes, acciones, actos y, por tanto, la libertad de algunas personas se vieron restringidos a causa del confinamiento. Y derivado de ello, la pandemia nos deja otra lección: atesorar la convivencia diaria y la capacidad de desarrollarnos con plenitud.

Sin embargo, y quizá más relevante aún, queda la valiosa enseñanza de reconocer que millones de personas han vivido durante décadas bajo un esquema que ha limitado sus posibilidades y, por consiguiente, su libertad, al estar atadas a las consecuencias de un modelo económico diseñado para beneficio de muy poca gente. Se trata de una lección que no debe ser tomada a la ligera, pues de su reconocimiento y de la capacidad que los gobiernos tengan para proponer e implementar un modelo que amplíe las libertades dependerá el éxito que cada sociedad alcance en el futuro.

(Continuará).

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA