Un planeta enfermo

Lo que está en peligro no es un grupo de edad, una región, nación, raza, población, clase social, religión, cultura o civilización… es la vida misma.

Giovanni Sartori escribió un libro que buscaba llamar la atención de los diversos grupos gobernantes y administradores de políticas públicas que tanto lo consultaban en Europa y América: La tierra explota. Superpoblación y desarrollo (2004). En él exponía la amenaza del calentamiento global y sus consecuencias nefastas en materia de salud y degradación medioambiental.

La obra hacía eco a la vez de dos investigaciones que en las últimas décadas se convirtieron en la biblia de ambientalistas: La sexta extinción, de Richard Leakey y Roger Lewin, y los informes bianuales Planeta Vivo, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

Actualmente, la dimensión medioambiental está inserta de manera irreductible en la vida pública y en la conciencia ciudadana (especialmente entre las juventudes), de tal manera que cualquier proyecto de nación, programa de gobierno o propuesta de partido que no contemple la preservación y restauración del medio ambiente como acción sustantiva de gobierno está estructuralmente trunco y hueco.

Hace unos días se presentó el Informe Planeta Vivo correspondiente al año 2022. ¿Qué dice?

“Nos enfrentamos a dos emergencias interrelacionadas y provocadas por el ser humano: el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, que amenazan el bienestar de las generaciones actuales y venideras. Dado que nuestro futuro depende por completo de la biodiversidad y de la estabilidad climática, es fundamental que comprendamos bien las conexiones entre el deterioro de la naturaleza y el cambio climático”.

El cambio de uso del suelo (de manera especial para agricultura y ganadería extensivas) sigue siendo actualmente la mayor amenaza para la naturaleza, pues se destruyen o fragmentan los hábitats naturales de muchas especies de flora y fauna terrestres, de agua dulce y marinas. Le siguen el uso de combustibles fósiles y la contaminación industrial y química de ríos, lagos y lagunas.

Y aquí la advertencia: “Si no somos capaces de limitar el calentamiento a 1,5 °C, lo más probable es que el cambio climático se convierta en la principal causa de pérdida de biodiversidad en las próximas décadas… Se prevé que cada grado de calentamiento aumente dichas pérdidas y su impacto en las personas”.

¿Qué revela? Un descenso promedio del 69 % en la abundancia poblacional relativa de especies animales de todo el planeta entre 1970 y 2018. Latinoamérica registra el mayor declive regional de la abundancia poblacional media (un 94 %) y, en cuanto a especies, las poblaciones de agua dulce muestran un mayor descenso general a nivel mundial (un 83 %).

Tanto la velocidad como la escala de los cambios en la biodiversidad y el clima se están acelerando año tras año.

¿Qué hacer? “Esta es nuestra última oportunidad para actuar, una acción que debe ir más más allá de la conservación de nuestro entorno. Un futuro positivo para la naturaleza necesita cambios transformadores en la forma en la que producimos, consumimos y en cómo gestionamos los sistemas de gobierno o el sistema financiero”.

Es decir, el reto es para todas y todos, sociedad y Gobierno. Lo que está en peligro de extinción no es un grupo de edad, una región, nación, raza, población, clase social, religión, cultura o civilización, sino la vida misma del planeta Tierra.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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